jueves, 25 de junio de 2015

Como el vestido que me hizo mi abuela

Las redes sociales se resignifican con cada usuario.
Esta idea nace a partir de una nueva propuesta del CITEP, en la que nos invitaban a utilizar una cuenta en Twitter. Y me obligó a poner en cuestión el uso de las redes sociales que hacemos todos, en general, y como docentes, en particular. Me sentí identificada con una primera reacción casi de rechazo hacia esta red. Recordé que tuve la misma impresión al tener que decidir, hace unos años abrir o no abrir una cuenta en Twitter. Oportunamente, tuve el empuje de mi sobrino, casi una obligación para ser "in",  que es como estar "on".  Y así me puse a pensar si quería meterme "en" esta red social. 
Los prejuicios me llevaban a desistir de la idea, hasta ese preciso momento en el que mi sobrino, sin someterlo a discusión, me creó un perfil en esta red. Me resistí al principio, y no la utilicé. Demasiado complicado para mí... me decía. Los primeros pasos, los fui dando de la mano de mi sobrino, que me mostró cómo él la utilizaba, a quién seguía y cómo lo hacía. Poco a poco, fui empezando a bucear en ese submundo, a descubrir qué encierra, a entender que en 140 caracteres podía rápidamente seleccionar la información que me interesaba y entrar a ver sólo aquello que llamaba mi atención. Fui empezando a seleccionar a quién seguir de acuerdo con mis intereses. Fui empezando a descubrir sus bondades, resistida - a veces, todavía- pero curiosa - la mayor parte del tiempo-.
Más tarde, empecé a utilizarla más y más. La descubrí y la redescubrí con cada uso, con cada seguidor, con cada twit (o tweet o tuit?)... La introduje en la clase, la presenté al grupo y le di una utilidad. La doté de sentido, para mí. Le di el uso y significado que me sirve, que uso y que me cierra.
Aprendí a usarla tanto para tomar lista, para revisar los presentes de la clase, así como para enseñarle a los chicos a sintetizar la idea principal de un texto.
No hago el mismo uso de esta red, que el que hace mi sobrino, que el que hacen los estudiantes con los que me toca compartir aula, que el que hacen mis colegas, que el que hace mi hermana o que el que hacen los políticos en campaña, o los artistas. Cada uno se arma su red como ese vestido que me hizo y coció mi abuela, como un traje de sastre, hecho a medida.