Últimamente, me he sentido
abrumada por la cantidad de cosas a realizar y tareas pendientes. Con unas
compañeras de la oficina nos armábamos la lista de “pendings” y era interminable,
porque a medida que tachábamos un ítem, aparecían unos cuanto nuevos.
En esta época del año, los que
somos docentes estamos cerrando el cuatrimestre. En mi caso particular, se
junta el cierre del cuatrimestre y la consabida corrección de cientos de
trabajos, con el cierre de un módulo como tutora y despedida virtual, más los
trabajos pendientes de la maestría, los cursos y capacitaciones de mi propia formación
docente y la especialización virtual que también estoy haciendo. A eso sumo la planificación
del próximo cuatrimestre y los nuevos desafíos a encarar. Demasiado…
Por supuesto que cerrar el
cuatrimestre, no supone únicamente calificar trabajos, parciales y entregas.
Busco evaluar en profundidad, reconocer los esfuerzos, hacer devoluciones
significativas, que sea un verdadero momento de aprendizaje.
Planificar además los nuevos desafíos
es buscar y seleccionar nuevos materiales, pararme a la vanguardia de la
bibliografía y conocer las aplicaciones más útiles para encarar el proyecto.
Supone armar un cronograma tentativo de trabajo, dejarme los tiempos
necesarios para gestionar los emergentes que siempre surgen, empezar a latir
las vivencias que compartiré con nuevos grupos de estudiantes.
A todo esto, vamos a sumarle esa
necesidad de actualizarnos constantemente. Esto no es únicamente con la
bibliografía, no supone sólo leer y estudiar. Esto significa también dar cuenta
de ese aggiornamiento y actualizar constantemente nuestros posteos en redes.
Twitter, Facebook, Instagram, Pinterest, el blog nos demandan tiempo, energía,
ideas potentes, dudas a resolver… nos demanda más y más…
Cuando empecé a realizar este conteo de
actividades que tienen que ver con mi formación y con mi actuación docente, me
vi como una malabarista, tratando de atajar todas las pelotas al mismo tiempo,
sin que ninguna se caiga y tratando de mantener el equilibrio del libro que
tengo sobre mi cabeza mientras me balanceo en la bicicleta que está sobre una
silla, que se apoya sobre la mesa.